funámbulo
Ella no deja de admirar, desde abajo, el brillo de un chaleco muy ceñido al cuerpo que envuelve el torso delicado del funámbulo, casi desprovisto de carnes "Tan desnuda como una piedra"
Equilibristas, gimnastas, payasos, volatineros… llámense como quieran, lo que son realmente es expertos en la tensión. Hay quienes afirman que el secreto de una buena historia reside ahí, en la cuerda tensada de extremo a extremo, de inicio a fin, y, por supuesto, en el personaje que la transita. (Es curioso que, en la lengua española, sea esta innegable herramienta del funámbulo conocida como “cuerda floja”, cuando es todo lo contrario, incluso al contacto del aire.) Un funámbulo —o funambulista— sabe caminar en puntillas, llegar tarde de noche, decir una mentira al filo de las decisiones, llevar nuestra mirada a donde quiere, al ritmo de un angora paseando por la habitación.
No siempre héroe; a veces villano, al funámbulo solo le interesa cruzar de un lado a otro, es su único propósito: la trascendencia. Saberse inmortal aunque reduzcan sus posibilidades al poner la punta del pie sobre la cuerda. Una cuerda que siempre debe asegurarse de tener tensada. Nunca floja.
Odiseo era un funámbulo. Los pretendientes no. Sus historias acaban a manos del único hombre capaz de tensar el arco, capaz de contar una buena historia en la que hasta nosotros somos secundarios y sólo el acróbata importa.
poltrona
todo a mi alrededor me trasmitía esa sensación de llevar ropa ajena que nos hace el blanco imaginario de todas las miradas. Me sentía realmente observado por aquellas poltronas tapizadas de raso con tersas lijaduras en los pasamanos "El peatón melancólico", en Difuntos, extraños y volátiles
Es posible que no seamos dignos de ciertos muebles. Cualquiera parece alto en un taburete, imperial en un trono, o exigente en una silla ejecutiva; sin embargo, no cualquiera consigue trasladarse de la apariencia a la plenitud de una comodidad luego de apoltronarse en una silla y, sencillamente, no hacer más nada.
Fue casi una etapa evolutiva cuando el hombre encontró el placer de un reposo lumbar, dorsal y cervical en posición boca-arriba, acostado sobre un poltro —ancestro de nuestros contemporáneos BarcaLoungers y puff fiaca— y luego al poner las nalgas en esa maravillosa pieza, producto de la ingeniería de la inactividad al que los italianos conocen como il grande poltrone. Efectivamente, ese hombre primitivo en costumbres y sabio en decisiones sabía lo que significaba hundirse en la comodidad y, sin mayores ambiciones, desocuparse; de ahí no pasó mucho tiempo para que en nuestra lengua se asociara el significado de poltrón con el de alguien flojo, perezoso, haragán, e inclusive, enemigo del trabajo.
No muy lejos de nuestra lengua, en el inglés actual todavía se denomina a un sujeto de similares características como a un couch potato. Haría falta preguntarse qué tanta fiaca hay en la existencia del tubérculo o si, más allá de eso, lo que ocurre al levantarnos de una poltrona —y casi como un contrato social— es que hacemos las paces, aunque sea por un rato, con ese intransigente enemigo conocido como laburo.
enculillado (derivado del culillo)
y allí estuvimos nixon no hasta que ya sabíamos que estaba enculillado y que no iba a venir y nos dispersamos calle abajo. "¡Nixon no!", en Difuntos, extraños y volátiles
Aunque parezca un diminutivo, puede ser hasta más grande y fuerte que el tan conocido culo, y, aun así, no se tratan de lo mismo. Algo informal y no tan usado comúnmente, el culillo, o más precisamente “tener culillo” está intrínsecamente relacionado a la gesticulación italiana más primigenia; hacer el “montoncito” -que implica unir un par de veces los cinco dedos de una mano mientras se los mantiene estirados- es una de las tantas maneras de afirmar o inferir que el interlocutor tiene miedo, o angustia por un riesgo; es decir, está “cagado”, o como en el cono sur se suele decir: cagazo.
No obstante, también se le adjudican dos acepciones en gran parte de la variedad venezolana del español:
CULILLO m Zul Lar Car Or 1. Diarrea paroxística que sufre el gallo de pelea cuando pierde. 2. Coloq. Irritación o prurito del ano. (p.16 tomo I)
TESTIMONIOS: 1969 González León, A. País portátil, 228: …ahora el miedo, el dolor, los complejos, la dejadez culpable, la irresponsabilidad, el culillo…
TEJERA, M. (1993) Diccionario de venezolanimos, Vol. I. Caracas: Academia Venezolana de la Lengua; Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Instituto de Filología “Andrés Bello”.
Siendo un signo rastreable hasta los inicios desde la cultura latina, no cuesta mucho creer que en esos tiempos de la Antigua Roma al emperador se le haya visto un desliz entre tantas formas y, en vez de un pollice verso, mirar fijamente al gladiador en cuestión y, sin pronunciar palabra, pero con un simple gesto de montoncito en la mano decirle, ¿te enculillaste?
bochinchoso (derivado del bochinche)
Fabricio era, por así decirlo, el alma de la oficina: un tipo bochinchoso y bufón que a todo le sacaba punta. "Cuentas viejas", en Difuntos, extraños y volátiles
Qué no se diga que en nuestra literatura no se le rinde tributo a Baco. Quizás sea nuestra ensayística o, seguramente más, la poesía, los géneros que le hayan atribuido la mayor seriedad a nuestras letras, pero que ni se nos ocurra relegar la narrativa de ficción y no ficción, tantos cuentos, crónicas y novelas que dan cuenta del bochinche que hemos sido, pero eso sí, un bochinche serio.
El bochinche, entendido como “Desorden, bullicio y desorganización” según nuestro querido Diccionario de Venezolanismos, está de manera intrínseca en la composición de nuestra sociedad, y no hay que limitarse a las barbaries cometidas durante la emancipación; por el contrario, el bochinche puede replantearse como una necesidad a partir de lo caótico con fines rituales e institucionales. Basta pensar en las fiestas a los santos paganos que, a punta de rezos, tabaco y aguardiente, hacen del desorden un culto, y del culto un desorden (porque líbrenos que la bebienda sea solo para el santo). El bochinche se hace presente en cada niño que, reacio a la calma y el orden, prende la fiesta con solo pronunciar palabra o el chasquido de sus dedos, de ahí que también seamos bochincheros y saltapericos. Y hasta elegir a un mandatario se convirtió en bochinche, pues desde hace décadas no son elecciones, sino “fiestas electorales”, y ni hablar de lo que en ellas sucede, o peor, lo que se termina eligiendo.
Sin lugar a duda, el bochinche es nuestro germen al caos, nuestra oposición a la autoridad, un tiempo y espacio lleno de fragores que, a veces sin proponérselo, es capaz de desarticular un congreso sobre literatura con tan solo sacar una bandeja de tequeños.
simiricuiri / simiricuire
No hay que tenerles miedo a los muertos -decía mi tía Hildegardis, y me golpeaba el coco con su uña larga, toda verde, que parecía bañada de esperma. (Como era encuadernadora olía a tarro de cola y a simiricuiri y tenía las manos de cuero viejo, engrudadas "Difuntos y volátiles", en Difuntos, extraños y volátiles
Del francés simili-cuir, corresponde a esa variedad sintética que remplaza al cuero, muy utilizado en campos tales como la tapicería, confección de ropa, calzado y telas, y aquellos usos en los que el acabado deba ser muy similar al cuero sin afectar costos y/o regulaciones. También se le conoce como cuerina, ecocuero, cuero sintético, entre otros.
Ya que es un producto que se asemeja a otro considerado de mayor calidad, el uso en español de este término también resulta útil como metáfora para la descripción de algo que no es genuino, es decir, una copia, o incluso en algo de menor calidad; porque no es lo mismo que le den a uno con una correa de cuero, a que le den con una de simiricuiri.