Crónicas ginecológicas



1

La literatura: ¿tiene sexo?

¿Existe o no, una literatura femenina? En los años 40 era esa una pregunta que –en Venezuela– llenaba de indignación a reporteras literarias y a poetisas. Era un tiempo de nueva democracia, de lucha por los derechos de la mujer y, a veces –¿quién sabe?– ambiente de confusión regocijante. “La literatura no tiene sexo” clamaban las poetisas que para declamar el pequeño y cerrado universo de sus sonetos, en alguna polvosa plaza municipal, se colocaron sedoso y empinado sombrerito sobre las no menos sedosas cabezas. Aunque –en todo momento– enérgicas proclamaban, que eran ellas poetas.


2

La criminal peligrosidad de las rubias

Podría hablar de la rubia desenfadada, sentada en el alto taburete de un bar de Los Ángeles. Besada, abofeteada o perseguida por el detective privado que se zambulle en la laguna del sangriento crimen, como un nadador de la noche. Muchacha blonda que entra al sinuoso crepúsculo del bar, solo para oír la suavísima música de jazz. Por demasiado tiempo compartió el ruido devastador de los revólveres. Rubia con experiencia porque, precozmente, fue la amante de un gangster y en medio de la acción, ha intimado con una metafísica del mal.


3

Zona oscura de la liberación femenina

En Venezuela la muerte del General Gómez no habrá de ser importante solo para la jerarquización de una primera emoción democrática, que poco tiempo después habría de dar paso a las organizaciones políticas y sindicales: a un país menos melancólico, mucho más libre y moderno. Empezará, también, el período auroral para que la mujer venezolana comience a tener destino propio, domicilio en el mundo.